Beben oro dulceVER CATÁLOGO |
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Texto curatorial¿Qué ves? Hay una casona antigua en medio del bosque. El bosque rodea un río. Tiene árboles centenarios que contienen el paisaje con sus raíces. Se ven otros cuerpos líquidos en cercanía; en piscinas, estanques, fuentes, charcos. Desde la orilla aparece la silueta de la casona sobre la colina. Es una construcción gótica. Columnas con cocodrilos en sus bases custodian grandes ventanales. En su interior funciona un hotel, restaurante, anticuario y la galería de arte. El parque circunda la galería. Como una mano helada la caricia. Hay destellos en el cielo, hay bruma en el aire. Una bruma verde. ¿De qué se nutre todo esto? Sospecho de las sustancias del bosque. Beben oro dulce. Lo chupan a través de sus raíces, de los cimientos del castillo, de las partículas desprendidas en el aire, de los poros de la vegetación. El oro se trepa por las columnas, se infiltra en el agua, en el aleteo de criaturas voladoras, debajo de las garras de animales salvajes, en las comisuras de los objetos. ¿Quiénes están adentro? La energía sumergida de la tierra está presente en el interior de la galería. Es como un velo que cubre un jardín y que al ser levantado revela una serie de resplandores bajo lo que parecía ser suelo manso. Una envolvente verde abraza la humedad de la sala y contiene cosas bajo el espectro del animismo, como si los elementos que configuran el espacio pudieran despertar de un largo sueño. Pinturas de Antonia Teillery sobresalen de los muros. Un soporte rígido de yeso dota de materia y peso a escenas tenues. La mirada se escurre en las pinceladas ágiles de Antonia, que explora fotografías de procedencia anónima, transformando imágenes inertes en visuales sensibles. Ciervos y caballos de carrusel; una carpa circense, plantas y animales capturados en la noche, escenas de un jardín; reposeras, sillas, personas durmiendo o sumergiéndose en el agua. A través de sus composiciones, Antonia nos acerca a escenarios cargados de una especie de neblina, que deja entrever la historia oculta detrás de estas cosas. En sus piezas imaginamos que deambulan presencias transparentes, dueñas de los recuerdos de su propio parque. |
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Las esculturas de Federico Roldán Vukonich parecen producidas bajo el prisma del encantamiento del río. Una vegetación nocturna y vibrante se manifiesta al contemplar sus piezas. Crea zonas donde la espiritualidad y lo mutante se encuentran en una misma dimensión material. Hay grandes girasoles bañados en metal; objetos que conforman pequeños universos portátiles de un imaginario florido y profundo; raíces o ramas se enredan con gotas o lágrimas. Las obras de Federico evocan la simbiosis del bosque, donde todo está conectado subterráneamente. El resplandor de un cuerpo de agua reflejando la luz del sol, elementos no identificados en el cielo o paisajes alterados atraviesan los desconcertantes trabajos de Trinidad Landajo. Estas pinturas nos confiesan los encuentros inesperados que tiene la artista con transmisiones de cámaras de seguridad de extraños y otros archivos de circulación en la red que recupera y resignifica en registros sublimes. Trinidad logra capturar en sus pinturas aquel rastro que produce extrañamiento. Habilita a comprender estas imágenes con una temporalidad diferente, robarlas de su condición acelerada y efímera, creando ficción sobre aquel destello, error o desvío. Los aromas en la sala invitan a adentrarse en la fragancia de resinas. Amparo Molar ensaya las diferentes posibilidades en el proceso de crear y extraer aromas de la naturaleza. A partir de la recolección, destila en su taller mediante el arrastre a vapor obteniendo esencia líquida de árboles. La réplica de una piscina antigua bordea la sala, contiene extracto acuoso del bosque de la galería. Una pieza para evaporar aceite esencial se activa con el calor de la llama. La experiencia abraza el ambiente, lo sumerge en algo fluido. La alquimia de Amparo opera como un componente sutil, al ritmo del pálpito del espacio. Hay un murmullo. Los objetos podrían disolverse en el agua. ¿Qué bebe el oro dulce? Nos bebe a nosotrxs.
Mercedes López Moreyra |
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